martes, abril 27, 2010

Humedad...


Y por las noches, o los días,
o esas veces que no es ninguna de las dos,
si no solo un tiempo,
la humedad del tibio beso de tu flor
inunda todo lo que circunde a estos dos cuerpos amantes.
Desparrama y se desliza sobre tus muslos,
como agua de silenciosos manantiales
que humectan las caprichosas formaciones rocosas.
Y yo, casi humilde, como un ciervo,
agacho mi cabeza y bebo las gotas de rocío
que regocijan mi lengua, que paladea y se estruja
con el palpitar tectónico de tu cuerpo medio desnudo.

No hay comentarios.: