Nunca me detuve a recoger 5 centavos, aunque luego los mendigué y los pedí de favor, intenté ganarlos con el mejor de mis comportamientos, hasta me puse corvata y deje el alcohol, ensayé el truco de los ojos acuosos y ponía cara de niño que espera su domingo...
Arreglaba el jardín de una viejecilla siniestra que tenia la azotea llena de raíces y en el patio cuevas de zorrillos. Después le daba masajes en los pies y le sobaba las lonjas y eso la hacia exitarse... Yiuk, lo que un hombre debe de hacer por 5 centavos.
Lo paradójico es que cuando por fin y con el sudor de mis ingles, con el dolor de mi moral y con el callo de la vergüenza tuve en mis manos los 5 centavos, los dilapide rápidamente y compré con ellos lo poco que una mujer pueda mercar por esa misera cantidad...
Valió la pena masajear lonjas y arrancar yerba mala...
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