miércoles, enero 21, 2009

La piedra que no dejaba de rodar...


Hoy te encuentro encontrándome un poco desmejorado, esperando un poco más de mí. No soy ya el de lengua rápida que podía enamorarte a poesía o prosa, ni siquiera puedo correr por el parque, no tengo la cara tan dura como para decirte, -qué crees, te quiero!- aunque me muera por decirlo.

No tengo si quiera la calidad humana para hacerte creer que esta vez será diferente, que puedo hacerte reír tanto que se te olvide irte, hacerte recordar aquella tarde de agosto en la facultad cuando me dijiste que me tenías miedo, ni hacerte desear aquella noche a la vuelta de tu casa, cuando sin poder mirarte a los ojos simplemente te di el primero de los muchos besos que vendrían.

Lo que puedo es, únicamente regalarte la nada, la basta e inconsistente nada, con una mediocre ortografía. No queda mucho de mí, la magia está por terminar, y tú siempre serás tú, tan así, tan de tus colores indefinibles, el fenómeno que no puedo medir, ni manipular, mucho menos predecir.

Hagamos nuevas historias e histerias, o simplemente bebamos café hasta que termine de pedir todas las disculpas y se nos llegué de nuevo la hora.

No hay comentarios.: