Después de despedidas amargas, de correspondencias incorrespondibles, de jugar al misógino aprendiz de seductor y estar una vez más en donde empecé, puedo decir que finalmente la soledad me sienta muy bien.
Las tardes son mías, las noches son de quien las quiera, los besos son para los enamorados, y antihigiénicos.
Yo no tengo dueños, no soy ni mío, me declaro felizmente herrante, convulsionado por el medio, por esta soledad que hace mis articulaciones crujir, por mi neurosis que jamas se va, ya habrá tiempo para encolerizarse por cuestiones superfluas como el amor.
Por ahora solo me preocupa pagarle a Banco Azteca, el agua, la luz y el gas, conseguir alguna gatita galáctica de fin de semana que desaparezca antes que la noche y librar el sida y la cirrosis como lo vine haciendo los últimos años.
Disculpen a este pedazo de mierda incapaz de sufrir por lo que ustedes sufren,
Solo soy un loco que se dio cuenta que el tiempo es muy, pero muy poco.
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